martes, 7 de enero de 2014

Abrazo

El silencio que vino a continuación de la frase de Molinari, fue total. Nadie hablaba, ni se movía. Nadie parecía reaccionar ante esas palabras, que quedaron taladrando nuestras cabezas: 

"Lo mataron al peque"

Y seguimos así, sin saber que decir, o para donde arrancar. La muerte había dejado de ser una idea abstracta, y nos pegaba de lleno en el medio del pecho. Ese día, de golpe, nos supimos mortales. 

Marcia fue la primera en hacer algo: bajó la cabeza y se puso a llorar. Pero lo hizo sin ruido. Todos sabíamos que ellos estaban enamorados, pero como no lo decían, fingíamos no saberlo. 

Es terrible sufrir. Es terrible sufrir, y estar solo. Es terrible ver a alguien sufrir, y no poder, no saber hacer nada. En esos momentos de gran dolor, no sirven las frases hechas. "Lo siento", ahí, significa nada, o menos que nada. 

Por suerte estaba el Turco, que siempre sabía que hacer: se acercó a Marcia, y le dio un abrazo, fuerte, apretándole el hombro con una mano. Atrás del Turco, fue Claudia, atrás, yo. No sé quien vino atrás mío, porque en pocos segundos fuimos una pelota de brazos, y manos, y lágrimas. Y lo que las palabras no pudieron decir, lo dijeron nuestros cuerpos, anudados, tratando de que el calor de ese abrazo combatiera el frío que sentíamos dentro. 

No sé cuanto tiempo pasamos así, hermanados, aferrados. Si sé que nos fuimos soltando de a poco, a volver a masticar en soledad esa muerte. Ahora todos llorábamos. Tal vez por eso no nos sentimos tan solos. Y aunque sabíamos que esa muerte nos iba a doler mucho tiempo más, también sabíamos que lo peor había pasado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario