martes, 18 de febrero de 2014

Alcohol

Me gusta mucho escribir cuentos a pedido. Pero me gusta más cuando un cuento que ya escribí, hace tiempo, viene a cumplir con un pedido actual. Creo que es un poco hacer trampa, porque el objetivo de esto es justamente ese, escribir los cuentos cuando me los piden. Pero cuando por vago, o por poco inspirado, me demoro mucho al escribir, voy al blog viejo, o abro cuadernos con anotaciones, buscando algo que encaje con el pedido. Este es el caso. +leulen sanchez o @leulen (para Twitter), me pidió un cuento sobre la amistad entre el hombre y la mujer.

Muchos no estarán de acuerdo pero, para mí, esto que rescato hoy encaja perfectamente:

Alcohol

Le gustaba mucho acostarse con ella, pese a que ella tenía... Bueno, digamos que ella tenía compromisos ineludibles. Compromisos ineludibles adquiridos con Julián, su novio. De todas maneras, él sabía como vencer esa resistencia. El secreto se llamaba Ginebra Bols y se podía comprar en cualquier almacén.

No estaba orgulloso de eso, pero a veces se ponían un poco en pedo para acostarse sin culpa. Ninguno se arrepentía mucho, después, ni existían reproches. Ambos sabían, cuando destapaban esa botella, cómo iba a seguir la noche. Así, esa farsa con aliento a dragón le permitía, a él, obtener lo que quería, y a ella una excusa para poder seguir adelante con su noviazgo, una vez que esa pasión, esa necesidad de salir de la rutina, se iba.

El problema empezó un día en que ella hizo un comentario, quejándose porque el alcohol no le permitía una buena performance en la cama. Él escuchó, y estuvo de acuerdo. También estaba cansado. Cansado de arruinar su cabeza, su corazón, y su hígado en una relación vacía. Pero, ¿cómo hacer? Él ya había intentado coger con ella, sin éxito. A menos que tuviera esa botella.

Desesperado, al borde de las lágrimas y de la cirrosis, jugó su última carta. Preparó esa botella, y la invitó a pasar una noche especial. Ella llegó, puntual, como siempre, una hora tarde.

Él la recibió como siempre, pero le temblaba todo el cuerpo. Necesitaba ya servir el primer vaso. Pero, también como siempre, intentó besarla así, en frío. Ella lo rechazó siguiendo el rito, y le pidió un trago. Ese era el momento. Él le sirvió un vaso, y se lo alcanzó.

Al llevarse el vaso a los labios, no pudo evitar un gesto de rechazo, pero al instante entendió todo.  Él no quería su amor, no esa noche, al menos. Sólo quería saber cómo era coger sin el mareo, sin las ganas de vomitar. Él quería que la doble hoy sea la farsa, no la ginebra. Así que se terminaron esa botella, llena de agua y se fueron a la cama.

Mal hecho, a la mitad del juego previo, ya se estaban meando encima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario